El siglo XXI fue el inicio de la transición energética, camino hacia una nueva etapa mundial en el combate al cambio climático. El séptimo objetivo en la lista de Desarrollo del Milenio firmada por los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
En 2010, con metas a medio cumplir, la comunidad internacional decidió incrementar sus esfuerzos ante la amenaza de una catástrofe ambiental inimaginable. Entonces se firmó el Acuerdo de París y la Agenda 2030. Hoy día, más de 11.000 científicos de todo el mundo advirtieron que es inevitable “un sufrimiento humano sin igual” a menos que haya cambios radicales en la actividad humana para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros factores que contribuyen al cambio climático.
Los científicos analizaron la información recogida y publicada durante más de 40 años sobre el uso de la energía, las temperaturas en la superficie terrestre, el crecimiento de la población, la extensión de cultivos, la deforestación, la pérdida de hielo polar, los índices de fertilidad, las emisiones de dióxido de carbono y el producto interior bruto de las naciones.
Con base a la información obtenida, mes a mes se hace más profunda la necesidad de acción para paliar el cambio climático y “nos queda, horriblemente, poco tiempo para hacerlo”, afirmó la bióloga Phoebe Barnard, una de los más de 11.000 firmantes de todo el mundo.
Países rezagados ante la transición energética
Los cuatro mayores emisores, China, Estados Unidos, la UE e India representan 56 % de las emisiones mundiales. Únicamente la UE, 9 % del total, está en vías de cumplir su objetivo e incluso de superarlo, con una trayectoria hacia 58 % de reducciones en 2030 para un compromiso de “al menos 40 %”.
El reto de que el mundo avance hacia el desarrollo sostenible se encuentra más vigente que nunca. Y la pregunta es, ¿aún hay países rezagados al cambio que implica la transición energética? La respuesta es, lamentablemente si, aunque estén haciendo algo al respecto, las metas a cumplir será difícil que las alcancen. Pero veamos los países que aún no acuerdan ningún criterio:
Rusia
Es el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero. Va por buen camino para cumplir su objetivo de París, pero solo porque su compromiso es escaso: permitiría que las emisiones de gases de efecto invernadero del país aumenten entre un 6 y un 24 por ciento sobre los niveles de 2016 para el 2020 y entre un 15 y un 22 por ciento para 2030.
La meta tampoco exige que el gobierno adopte una estrategia de desarrollo económico con bajas emisiones de carbono. Los datos internos de emisiones de gases de efecto invernadero son escasos, opacos y desfasados, lo que dificulta confirmar el progreso o la falta de este.
Por primera vez, Rusia ha considerado legislar para regular las emisiones y el presidente Vladimir Putin ha reconocido que Rusia experimenta las consecuencias del cambio climático. Sin embargo, se ha declarado en contra “del completo abandono de la energía nuclear o de hidrocarburos”, ha preguntado metafóricamente si sería “cómodo vivir en un planeta con una empalizada de turbinas eólicas y varias capas de paneles solares” y ha alegado que “las turbinas tiemblan tanto que salen gusanos del suelo”. La transición energética en el país, puede ser abarcado, pero carece de prioridad.
Arabia Saudí
Parece estar retrocediendo con sus iniciativas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En realidad, la estrategia gubernamental de 2016, “Visión 2030”, es menos ambiciosa que un plan de 2013 que instaba a la industria energética del país a diversificarse y depender menos del petróleo.
Aunque Vision 2030 afirma que Arabia Saudí pretende eliminar poco a poco los subsidios a los combustibles fósiles, el gobierno anunció en diciembre de 2017 que ralentizaría dicha eliminación para “fomentar la economía”. El reino mantiene una cláusula de salida de sus objetivos de París si decide que el acuerdo supone “una carga anormal” en la economía al reducir los ingresos procedentes de los combustibles fósiles.
En marzo de 2018, Arabia Saudí y el SoftBank Group firmaron un memorándum de entendimiento para construir una central solar de 200 GW, el mayor proyecto solar único en el mundo; para diciembre de ese año, el proyecto se había cancelado. Actualmente, Climate Action Tracker, CAT, estima que es probable que los planes actuales provoquen un aumento de hasta un 80 por ciento en las emisiones para 2030, respecto a los niveles de 2015.
Turquía
Es solo uno de los dos países del G20 que no ha ratificado el Acuerdo de París y, aunque el gobierno se ha comprometido a invertir casi 10.000 millones de euros en medidas de eficiencia energética, el país pretende lograr la autosuficiencia energética mediante la expansión masiva de las centrales de carbón. Se están tramitando 80 centrales nuevas, el equivalente a la capacidad del sector energético británico entero.
La central eléctrica de Afşin-Elbistan, en el sur de Turquía, está expandiéndose para convertirse en la mayor central eléctrica de carbón del mundo. CAT ha calificado los objetivos de Turquía como “gravemente insuficientes” y calcula que si el resto de los países siguieran el enfoque turco, el calentamiento global superaría los 3 o 4 grados Celsius.
Ucrania
Parece ir en la dirección equivocada. Los datos más recientes demuestran que las emisiones generadas por la quema de combustibles fósiles, la industria, la agricultura y las fuentes de residuos descendieron un 64 por ciento por debajo de los niveles de 1990. CAT indica que “con la actual meta climática de Ucrania, sus emisiones aumentarían considerablemente frente a los niveles actuales”.
En 2018, Ucrania publicó la Estrategia de Desarrollo de Bajas Emisiones 2050, que de aplicarse por completo permitiría al país alcanzar sus metas de París. Sin embargo, el anterior gobierno declaró que revisaría el compromiso de París tras “la restauración de su integridad territorial y soberanía estatal”, por lo que los activistas acusan al país de utilizar el conflicto con los rebeldes respaldados por Rusia para justificar la inacción climática.
Estados Unidos
Ante la actual hostilidad hacia las acciones climáticas del gobierno de Trump, CAT clasifica las iniciativas del país como “gravemente insuficientes”, la categoría más baja. El gobierno actual ha propinado duros golpes a la política climática de su predecesor. Ha intentado revertir el Plan de Energía Limpia, pretendido reducir los estándares de eficiencia de vehículos hasta tal punto que incluso los fabricantes se han opuesto y anunciado que planea reducir las regulaciones para limitar las emisiones de HFC y las regulaciones de la filtración de metano por la producción de gas y petróleo.
El gobierno ha trabajado para censurar activamente la ciencia climática dentro de sus propias agencias y ha creado un grupo de revisión del cambio climático para cuestionar los hallazgos de la Evaluación Nacional del Clima. El líder de ese grupo es un negacionista del cambio climático que ha declarado que “la demonización del dióxido de carbono es como la de los pobres judíos con Hitler”.
CAT estima que, de aplicarse, las políticas del gobierno podrían provocar un incremento de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero equivalente a las emisiones anuales totales del estado de California para 2030. El gobierno también ha declarado su intención de retirarse del Acuerdo de París en 2020.
Para finalizar, es conveniente recordar que a pesar del aumento de las energías renovables y la movilización para la electrificación de la movilidad, el porcentaje al alza de las energías limpias no puede hacer caso omiso a la falta de políticas frente a una energía fósil que lejos de ser eliminada, continúa creciendo. A medida que las consecuencias del cambio climático se hacen más virulentas, los combustibles fósiles continúan siendo nuestro primer salvavidas para atenuarlas en un momento crítico para el futuro del clima.
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