A medida que ha caído el valor de los activos de las mayores petroleras globales, los efectos de la pandemia han dejado al descubierto la vulnerabilidad de las Big Oil ante un mundo de mucha menor demanda de petróleo y gas. Esta situación les ofrece también una idea de la posición en la que pudieran encontrarse ante una transición energética en caso que no se preparen ni se adapten a los cambios.
En los últimos tres años, las compañías mundiales de petróleo y gas se han diversificado en nuevos sectores, aumentando las inversiones en el sector eléctrico, las tecnologías bajas en carbono y la movilidad, ya que responden a la intensificación de la campaña climática que también ha estimulado el activismo entre sus inversores tradicionales.
Una vez que repunte la actividad económica, un mayor porcentaje de las nuevas inversiones de las Big Oil deberían canalizarse hacia la energía renovable.
Las nuevas estrategias plantean preguntas sobre cuán lejos, y qué tan rápido, los gigantes de la producción de combustibles fósiles están dispuestos a ir en su búsqueda de la descarbonización.
A principios de 2020, la francesa Total fue noticia en transición energética cuando ganó el mayor contrato de puntos de carga para vehículos eléctricos (EV) de Europa, también se asoció con Groupe PSA en una instalación piloto de baterías de EV y tomó una participación en energía solar de 2 GW en España.
Otros están aumentando su participación en energías renovables, como Lightsource BP, que pertenece en un 43% a BP, la cual acaba de concretar el financiamiento de un portafolio solar de 250 MW en España, mientras que a fines del 2019, Shell compró el pionero de la energía eólica flotante EOLFI.
Ahora, las aspiraciones de BP son mayores con el nuevo CEO Bernard Looney, quien en febrero de 2020 comprometió a la compañía a emisiones netas de carbono cero para 2050, lo que implica un cambio fundamental en las próximas décadas hacia las energías renovables y la reducción del carbono.
Shell hizo lo mismo y también anunció un objetivo de emisiones netas cero para 2050, junto con mayores recortes en la huella de carbono de sus productos en comparación con los objetivos anunciados anteriormente.
Estrategias distintas
Si bien la percepción entre las grandes petroleras definitivamente está cambiando, las inversiones siguen siendo modestas en comparación con el tamaño de su gasto de capital general. La Agencia Internacional de Energía (EIA) ha dicho que la inversión hasta la fecha de las compañías de petróleo y gas fuera de sus áreas de negocio principales es menos del 1% del gasto total de capital.
La EIA expresó que se requeriría un cambio mucho más significativo en la asignación general de capital para acelerar las transiciones de energía.
La base de datos Power Plays de S&P Global Platts, que rastrea los enfoques de ocho compañías internacionales de petróleo y gas para la transición energética, revela varias estrategias distintas. En términos generales, el análisis muestra que las seis grandes empresas europeas llevan la delantera a las 2 más grandes de Estados Unidos, tanto en las energías renovables como en las empresas de servicios de electricidad.
Las Big Oil europeas, como Total y BP son líderes claros en términos de capacidad instalada de generación renovable con 3 GW y 2 GW respectivamente.
Repsol, con alrededor de 700 MW instalados actualmente, tiene más de 1 GW en desarrollo en energía eólica y solar, y un objetivo de 7.5 GW de capacidad de generación “baja en carbono” para 2025; esto incluye la capacidad existente de plantas CCGT (Combined Cycle Gas Turbines) y cogeneración, sin embargo, de acuerdo con Repsol, las nuevas adiciones serán renovables.
Por su parte, la estatal Equinor quiere tener entre 12 a 16 GW de energías renovables instaladas para 2035, y puede reclamar ser un líder del sector en la energía eólica marina flotante, así como en la tecnología de captura y almacenamiento de carbono.
Las grandes de Estado Unidos ExxonMobil y Chevron han adoptado un enfoque que está más estrechamente alineado con sus modelos comerciales tradicionales, centrándose en una mayor eficiencia, una mayor producción de biocombustibles y CCUS (captura, utilización y almacenamiento de carbono).
Chevron ha invertido US$ 1 mil millones en proyectos de CCS en Australia y Canadá, y en 2018 lanzó un Fondo de Energía Futura de US$ 100 millones para invertir en “tecnología innovadora”. El fondo de capital de riesgo se ha enfocado en la carga EV, la tecnología de batería y la captura directa de CO2 desde el aire.
Power plays: Las estrategias de transición de las mayores petroleras
El ranking Power plays 2020 y el ranking de expectativa se derivan de la posición relativa de las 8 compañías evaluadas por S&P Global Platts Power Plays database, basado en 2 criterios. El primero refleja el ranking de la compañía en cuanto a su huella actual en generación de energía renovable y actividades conexas. El segundo está basado en los objetivos de tamaño y velocidad de los próximos desarrollos de capacidad de energía renovable y objetivos de emisiones de CO2.
Figura 1. Infografía del ranking de las 8 Big Oil mundiales de acuerdo a S&P Global Platts
ExxonMobil ha gastado más de US$ 1 mil millones/año en I + D, y ha vinculado varios acuerdos con universidades, incluidas Singapur, EE.UU. e India, para la investigación de biocombustibles y tecnología de bajas emisiones, entre otras áreas.
ExxonMobil apunta a una producción de biocombustibles de 10,000 bpd para 2025, la producción de biocombustibles de EE.UU. en 2019 fue de 1.09 millones de bpd, según la EIA. La compañía también ha invertido bastante en CCUS y dice que tiene un interés en aproximadamente una quinta parte de la capacidad total mundial de captura de carbono.
En un día para inversores a principios de marzo de 2020, el CEO de ExxonMobil, Darren Woods, enfatizó que su enfoque de la transición energética se basaría en su negocio existente de hidrocarburos y petroquímicos, en lugar de apartarse radicalmente de él.
Los medios claves para lograr esto serían el CCUS, biocombustibles a partir de algas, que pueden producirse con una menor huella que los cultivos tradicionales de biocombustibles, y nuevos materiales estructurales a base de hidrocarburos para reducir las emisiones en la construcción y la industria.
De acuerdo a lo expresado por Woods, su estrategia consiste colaborar con otros investigando tecnologías más efectivas para capturar el carbono que emiten, en lugar de reemplazar el sistema de generación de energía existente en el mundo. El uso de la infraestructura existente reduce significativamente el costo de la transición y podría acelerar la descarbonización en el sector de generación de energía, particularmente cuando se combina con el gas natural.
Es probable que veamos una mayor divergencia entre las compañías en sus enfoques y en la velocidad de la transición, y algunos continúan concentrándose principalmente en sus actividades medulares y fortalezas tradicionales en petróleo y gas, mientras que otros aceleran el cambio a las tecnologías bajas en carbono.
La brecha de rentabilidad
Las grandes compañías petroleras hacen referencia a los rendimientos más bajos como una barrera para invertir más fuertemente en el mundo cada vez más competitivo de las energías renovables. La mayor limitación para que estas empresas se trasladen a las energías renovables es la llamada brecha de rentabilidad.
Tradicionalmente, las Big Oil esperan rendimientos del 15%-20% de las inversiones iniciales. En el caso de las energías renovables, el rendimiento es del 5% al 10%, como máximo del 15% con una ingeniería financiera inteligente.
La realidad es que las petroleras se pierden completamente en la suposición de que debido a que hicieron 15% a 20% antes, puede seguir haciéndolo. Esos rendimientos ya no son posibles debido a las nuevas condiciones del mercado y a que ahora tienen mayor competencia.
Nuevo modelo
Una visión alternativa es que las Big Oil podrían tener un impacto mucho más transformador en los sistemas de energía downstream, siguiendo un modelo disruptivo.
Las grandes petroleras están en excelente posición para aprovechar sus activos y extenderse al negocio de la energía y la carga de vehículos eléctricos, por ejemplo mediante el desarrollo de gas a energía y el desarrollo de su negocio de energías renovables.
Sea cual sea el camino que decidan tomar, las estrategias de este puñado de empresas podrían marcar una gran diferencia dado su generoso gasto en I+D y su experiencia en aventurarse en tecnologías innovadoras.
Incluso si las principales empresas de petróleo y gas se alejan de los modelos de negocio de servicios públicos tradicionales, al ayudar a vincular las tendencias cambiantes en el transporte, la distribución de energía y la energía baja en carbono, pueden terminar ejerciendo una influencia enorme en los sistemas de electricidad del futuro.
El cambio que será inevitable
Las Big Oil se enfrenta a un desafío existencial en las próximas décadas: Si mantendrán el enfoque como una industria en decadencia, o si por el contrario, seguir como lo están haciendo hoy en día, reposicionándose progresivamente en los combustibles sostenibles, la infraestructura para vehículos eléctricos y los mercados de energía sostenible.
También está la cuestión del impacto que tendrán las grandes petroleras, a medida que buscan remodelar sus negocios, tanto en términos de la evolución del sector energético como de la carrera mundial para frenar las emisiones y el calentamiento global.
Actualmente, las inversiones bajas en carbono no sólo son pequeñas en comparación con los portafolios de inversión, sino que las ocho empresas evaluadas por Platts son responsables únicamente de una pequeña proporción de la producción mundial de hidrocarburos. Los gigantes estatales, como Saudi Aramco y la CNPC de China, están mucho más aislados de los llamados de la sociedad e inversionistas a un proceso de descarbonización.
Pero también no se puede pasar por alto un punto importante: la presión de los gobiernos y los inversionistas sobre los productores de hidrocarburos sólo se va a intensificar, y el comportamiento reciente de las grandes petroleras de alto perfil es simplemente el síntoma más visible.
Aquellos productores de petróleo y gas que persisten en mantenerse al margen y se resisten a un cambio más grande en el modelo pueden encontrarse más adelante en que ya dejaron pasar la oportunidad de adaptarse y muy posiblemente ya será tarde para hacerlo.
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