Una nueva fuente de biocombustible podría cubrir hasta el 20% de las necesidades de combustible líquido en 2050
Los biocombustibles basados en residuos podrían ser un motor clave de la transición energética que transforme el limitado suministro actual de combustibles para el transporte con bajas emisiones de carbono y cree una economía local y circular, según un nuevo informe de Wood Mackenzie, una empresa de Verisk (Nasdaq:VRSK).
A medida que el mundo se orienta hacia nuevas fuentes de energía sostenibles, el sector de los biocombustibles, en cierto modo descuidado, puede desempeñar un papel crucial.
En la actualidad, los biocombustibles sólo representan el 3% de los 100 millones de barriles diarios (b/d) de demanda de combustibles líquidos.
Sin embargo, el desarrollo de nuevas tecnologías que impulsen la producción de biocombustibles a partir de los residuos municipales, los residuos agrícolas y el reciclado de residuos plásticos podría suponer un cambio en la transición energética. Según Wood Mackenzie, esto podría suministrar 20 millones de barriles diarios (b/d) adicionales de biocombustible líquido para 2050, satisfaciendo así una cuarta parte de toda la demanda futura de combustible líquido (95 millones b/d en 2050), lo que equivale a unas tres cuartas partes de la demanda de destilados medios de 2050.
El vicepresidente de Wood Mackenzie, Alan Gelder, dijo: “Es comprensible que muchos gobiernos se hayan alejado del uso de biocombustibles de origen alimentario, lo que ha obstaculizado el crecimiento del sector. Sin embargo, todavía hay muchas oportunidades de crecimiento, sobre todo si consideramos las alternativas basadas en los residuos. En algunas áreas del sector del transporte, como el aéreo, hay pocas alternativas al combustible líquido, lo que dificulta la descarbonización. Esta fuente de biocombustible podría ser tremendamente beneficiosa, ya que proporciona una alternativa de combustible más limpia que satisface tanto las necesidades futuras de energía como las medioambientales.”
El uso de materiales de desecho como combustible supondrá un importante ahorro en los costes de vertido o incineración y en las emisiones correspondientes. El biodiésel y los combustibles de aviación procedentes de materias primas vegetales podrían emitir un 80% menos de carbono que los productos a base de petróleo crudo que dominan el mercado mundial actual.
“Los biocombustibles basados en residuos frenarían las emisiones de carbono a un ritmo similar y resolverían los problemas de las industrias que son difíciles de electrificar. Según la Agencia Internacional de la Energía, la vía del cero neto exige que casi la mitad de los biocombustibles que se consuman en 2030 -el 45%- se produzcan con residuos”.
Se están desarrollando varias tecnologías para convertir estos residuos sólidos en líquidos. Éstas implican un pretratamiento para “lavar” los materiales, seguido de un craqueo térmico (pirólisis o gasificación) para convertir los residuos en hidrocarburos. La última etapa es el procesamiento en una refinería convencional para crear versiones de biocombustibles de los productos a base de petróleo crudo que utilizamos hoy en día.
Este proceso dará lugar a una economía circular. Como trasladar los residuos sólidos a distancia es caro, las cadenas de suministro serán locales, donde los productos podrán recogerse y procesarse en instalaciones a pequeña escala fuera de las ciudades y pueblos.
Según Gelder, “al convertir los residuos en biocombustibles, ser local es una ventaja. El ecosistema de los biocombustibles giraría en torno a un modelo de distribución de tipo “hub and spoke”, en el que la conversión inicial de los residuos en biocombustibles es local, y los líquidos producidos se agregan para su procesamiento en una instalación de refinado existente. Las refinerías saben cómo hacerlo y, para muchas, esto podría ser clave para su viabilidad a largo plazo. Tendría enormes beneficios para las economías locales y el empleo, creando un poderoso argumento para que los gobiernos desarrollen incentivos”.
Esos incentivos podrían adoptar la forma de un “crédito fiscal para el carbono” que crearía una igualdad de condiciones con los productos basados en combustibles fósiles y mejoraría significativamente la competitividad del biocombustible. Los biocombustibles emiten CO2 en su combustión, pero las emisiones netas de su ciclo de vida son muy inferiores a las de los combustibles fósiles, ya que el carbono se elimina cuando se cultiva la materia prima vegetal o se reciclan los residuos.
Si todo encaja con los biocombustibles basados en residuos, las proyecciones de transición energética acelerada son espectaculares. En el escenario de transición energética acelerada-1,5 de Wood Mackenzie, la demanda mundial de líquidos se reduciría a sólo 35 millones de b/d en 2050, un 60% menos que en el caso base. Los biocombustibles podrían satisfacer dos tercios de la demanda de líquidos en los sectores de transporte difíciles de descarbonizar, además de proporcionar materias primas circulares para la petroquímica.
“Ya estamos viendo cómo las grandes empresas petroquímicas desarrollan impresionantes programas de reciclaje de plásticos de residuos químicos, lo que demuestra que estas tecnologías pueden desplegarse. Si el sector del refinado comienza a procesar los residuos para obtener biocombustibles y los gobiernos apoyan la iniciativa, podríamos estar en un camino viable hacia una economía circular, con sus muchos beneficios, que sea compatible con la mitigación del cambio climático. Es un escenario en el que todos ganan”.
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