Después de 5 años de haber sido lanzada “la Iniciativa climática de petróleo y gas” por parte de un grupo de las grandes petroleras mundiales, y con el objetivo acelerar la respuesta de la industria energética al cambio climático, la realidad es que son pocos los avances que estas gigantes pueden exhibir.
Sin embargo, está empezando a tomarse en serio la captura de carbono. Por ejemplo, en diciembre del año pasado, la británica BP dijo que había adquirido una participación mayoritaria en el principal desarrollador de proyectos de compensación de carbono, Finite Carbon.
Según la gigante del petróleo, la empresa Finite Carbon, desarrolla proyectos que permiten a los propietarios de las tierras generar ingresos a partir de la protección, restauración y manejo sostenible de los bosques. La adquisición ayudará a Finite Carbon a expandirse internacionalmente, apuntando a ingresos de los propietarios de tierras de US$ 1 mil millones para 2030.
En agosto del año pasado, otra súper gigante, Shell, dijo que adquiriría un desarrollador australiano de proyectos de compensación de carbono, Select Carbon. La compañía anglo-holandesa señaló que esta era la primera adquisición en su división Nature-Based Solutions: una unidad de negocios que invierte en sumideros de carbono naturales como un medio para compensar las emisiones de dióxido de carbono.
La nueva era del control de emisiones de carbono
Se ha prestado mucha atención por parte de los medios a la captura y almacenamiento de carbono en los últimos años como una de las pocas formas en que podemos compensar nuestra huella de carbono como especie.
La tecnología de capturar dióxido de carbono y como almacenarlo o reutilizarlo sigue siendo prohibitivamente costosa, lo que obstaculiza los esfuerzos para convertirlo en un método principal para controlar esas emisiones.
La razón por la que la tecnología es costosa es que las instalaciones de captura de carbono son bastante complejas.
Durante mucho tiempo no hubo incentivos para que los grandes emisores, como las refinerías de petróleo o las cementeras, invirtieran en hacer rentable la tecnología.
Los proyectos de captura de carbono son muy complicados. Según la Carbon Capture Coalition, se necesitan unos cinco años en promedio para obtener los permisos para comenzar la construcción.
Adicionalmente a los costos, su construcción lleva mucho tiempo. Un artículo reciente de Bloomberg señaló la extensión por parte del gobierno de EE. UU. del crédito fiscal 45Q que ofrece exenciones para las empresas en la captura de carbono, pero también dijo que esto puede no representar en la realidad un gran incentivo para nuevos proyectos.
En los dos años transcurridos desde que se extendió el 45Q, con grandes expectativas de que inspiraría nuevos proyectos, ninguno se ha lanzado.
Sin embargo, el Congreso de Estados Unidos extendió nuevamente hasta 2025 el crédito fiscal 45Q y estuvo acompañada de US$$ 2 mil millones en fondos para seis proyectos de captura de carbono.
El objetivo principal del crédito es demostrar que la tecnología funciona y los costos pueden reducirse para que pueda comenzar un círculo virtuoso de inversión y construcción.
Ahora bien, en un ejemplo de la viabilidad cuestionable de la tecnología de captura de carbono, Exxon archivó el año pasado el proyecto de almacenamiento de carbono LaBarge en Wyoming.
Originalmente se creía que tenía el potencial de convertirse en uno de los mayores proyectos de captura y almacenamiento de carbono en todo el mundo, pero el desarrollo de LaBarge se convirtió en una víctima de Covid-19.
El proyecto habría costado solo el 1% del presupuesto de Exxon para 2020, señaló el Dallas Morning News, con un precio de US$ 260 millones.
Las presiones y otros intereses están logrando el cambio
Dados los desafíos de la tecnología de captura de carbono y la creciente presión de los inversores y reguladores, no sorprende que las grandes petroleras estén recurriendo a alternativas de control de emisiones de carbono.
Especialmente si sus recientes actividades a este respecto se convierten en nuevas fuentes de ingresos en el futuro, como escribió Shadia Nasralla, de Reuters, en un reciente análisis del tema.
Los proyectos como los desarrollados por Finite Carbon y Select Carbon generan ingresos no solo para los dueños de las tierras y agricultores, sino también para los desarrolladores del proyecto. Finite Carbon, informa Nasralla, toma entre el 20 y el 40% de las ganancias de los créditos de carbono de los propietarios de tierras.
Invertir en almacenamiento de carbono, en un momento en que el mundo tiene cada vez más restricciones respecto al carbono, con el tiempo demostrará tener un buen sentido comercial y empresarial, dijo a Nasralla el director de la unidad de Nature-Based Solutions de Shell.
La Unión Europea ya tiene un mercado de créditos de carbono dinámico. En otros lugares, se trata de una reducción voluntaria de las emisiones de carbono que puede generarle créditos que luego podría vender a un gran contaminador que quiera reducir su huella de carbono.
Las circunstancias financieras que atraviesa la industria petrolera mundial no permiten que las grandes petroleras estén en condiciones de hacer planes de gasto ambiciosos en este momento. No obstante, si están en condiciones de invertir en empresas enfocadas en la captura y almacenamiento de carbono como Finite Carbon y Select Carbon.
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