La COP29 consiguió que los países ricos se comprometieran a aportar 300.000 millones de dólares anuales para financiar la lucha contra el cambio climático, pero esta cifra es muy inferior a los 1.300 millones de dólares anuales que necesitan las economías emergentes.
La 29ª Conferencia de las Partes (COP29), celebrada en Bakú (Azerbaiyán), concluyó la semana pasada con unas negociaciones largas y difíciles que dieron lugar a un acuerdo de última hora sobre la lucha contra el cambio climático.
Su núcleo fue un compromiso pionero de los países ricos de aportar 300.000 millones de dólares anuales para financiar la lucha contra el cambio climático de aquí a 2035, el triple del objetivo actual, pero muy por debajo de lo que se necesita para apoyar a las economías emergentes y en desarrollo.
El año pasado, los consumidores finales de energía gastaron la asombrosa cifra de 10,5 billones de dólares, de los cuales 6,3 billones correspondieron a países no pertenecientes a la OCDE. El compromiso de 300.000 millones de dólares, aunque significativo, representa sólo el 5% de la factura energética anual de los países en desarrollo, una suma aparentemente modesta.
Sin embargo, si se asigna estratégicamente, su potencial transformador es enorme. Por ejemplo, las inversiones destinadas a infraestructuras energéticas en África, Asia Meridional y América Latina podrían conducir a la instalación de 1.500 gigavatios (GW) de energía solar, 500 GW de energía eólica y 300 gigavatios-hora (GWh) de almacenamiento en baterías para 2035, en consonancia con los objetivos climáticos de los países de esas regiones y avanzando en los esfuerzos mundiales de descarbonización.
A pesar de décadas de conversaciones sobre el clima, las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) han seguido aumentando. Alcanzar el objetivo de 1,5 grados Celsius -que se refiere a un objetivo de aumento de la temperatura media mundial por encima de los niveles preindustriales- en virtud del Acuerdo de París exige reducciones sin precedentes de las emisiones, un objetivo que requiere una acción rápida y transformadora.
Los compromisos asumidos en la COP29 podrían ayudar a dirigir el sistema energético mundial hacia la trayectoria necesaria, pero sólo si se aplican con precisión. La divergencia entre las trayectorias de 1,5 y 2 grados subraya la urgencia de reducir la brecha política para evitar consecuencias climáticas catastróficas.
Las economías emergentes necesitan 1,3 billones de dólares anuales de aquí a 2030 para esfuerzos de transición energética, adaptación y resiliencia. Aunque el compromiso de 300.000 millones de dólares asumido en la COP29 es un paso fundamental, sólo cubre una parte de estas necesidades.
La inversión privada y los bancos de desarrollo deben desempeñar un papel fundamental a la hora de colmar esta brecha. Además, los factores geopolíticos, como la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París bajo el mandato de Donald Trump, han complicado la cooperación mundial, al igual que el cambiante panorama económico, con economías emergentes como China ocupando un lugar central en las emisiones y el crecimiento mundiales.
Más allá de las finanzas, la COP29 hizo hincapié en la importancia de la reducción del metano. El metano, con un potencial de calentamiento estimado entre 30 y 80 veces mayor que el CO2, presenta una solución de acción rápida para frenar el calentamiento global.
Reducir las emisiones de metano en un 50% en las próximas tres décadas podría reducir la temperatura global en 0,2 grados, un amortiguador crítico en la lucha contra el cambio climático.
Al mismo tiempo, los países se preparan para presentar sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) revisadas, que son fundamentales para fijar la trayectoria de las emisiones mundiales. Alinear objetivos ambiciosos con marcos políticos viables será fundamental para convertir las NDC en avances significativos.
Otro hito de la COP29 fue la puesta en marcha del artículo 6 del Acuerdo de París, que establece un marco mundial para el comercio de créditos de carbono. Aunque prometedor, sigue habiendo retos, como la transición de los proyectos heredados y la garantía de la integridad de los créditos. Los próximos años determinarán si el Artículo 6 puede ofrecer mercados de carbono escalables y transparentes.
Los resultados de la COP29 podrían remodelar significativamente los mercados energéticos, especialmente en las regiones en desarrollo. El despliegue estratégico de la financiación climática, la fabricación a escala de renovables y las iniciativas de reducción del metano son vitales para gestionar una transición energética justa.
La COP29 ha sentado las bases para un cambio transformador, pero ahora hay que centrarse en la ejecución. Ya sea a través de financiación específica, reducciones agresivas de metano o NDC mejoradas, la carrera hacia las emisiones netas cero requiere políticas viables basadas en marcos sólidos. El tiempo de la ambición ya ha pasado: ahora la acción es la prueba definitiva.