La semana pasada, un juez paralizó el último proyecto petrolífero de Alaska, tras un año de decepción por la caída de la demanda de petróleo relacionada con Covid y la cancelación de un proyecto tras otro a medida que se afianza la transición energética.
Es difícil no estar preocupado por el futuro del petróleo de Alaska. Mientras los lugareños dicen que necesitan el petróleo de Alaska para obtener puestos de trabajo e ingresos, Biden y otras fuerzas parecen insistir en frenar la producción en la región rica en petróleo.
Justo la semana pasada, un juez estadounidense rechazó las aprobaciones de un gran proyecto petrolero en el North Slope de Alaska, ya aprobado por la administración del ex presidente Trump en 2020, en gran parte debido a las preocupaciones ambientales. El proyecto Willow de ConocoPhillips en la Reserva Nacional de Petróleo-Alaska, aprobado previamente, incluía tres sitios de perforación, instalaciones de procesamiento asociadas, caminos de grava y tuberías en el North Slope, con el potencial de un mayor desarrollo en el futuro.
Se esperaba que el proyecto produjera hasta 160.000 bpd de petróleo, lo que suponía un total de unos 590 millones de barriles en tres décadas. Además, el proyecto habría creado unos 1.000 puestos de trabajo en la construcción y 400 en las operaciones a largo plazo.
Es por esta razón que muchos locales están luchando contra los ecologistas y las agencias internacionales para mantener la industria del petróleo y el gas del estado en funcionamiento el mayor tiempo posible. Con una economía basada en gran medida en la energía, muchos creen que la interrupción de la explotación de petróleo y gas dejará a Alaska con altos niveles de desempleo y una reducción significativa de los ingresos.
El petróleo y el gas de Alaska ya se han visto muy afectados por la pandemia de Covid-19, que dejó a miles de desempleados y vio los niveles más bajos de producción de petróleo de Alaska en más de 40 años. En 2020, Alaska perdió unos 3.000 puestos de trabajo en el sector del petróleo y el gas, lo que supuso una reducción de los 10.000 empleados del sector a menos de 6.900, lo que representa la tasa de empleo más baja del sector en 30 años.
Se trata de una tendencia que parece que va a continuar tras la toma de posesión del presidente Biden en enero de este año, quien dejó clara su postura sobre el cambio climático y su intención de alejarse del petróleo y el gas; así como los recientes informes históricos sobre la necesidad de sustituir los combustibles fósiles por las energías renovables durante la próxima década, tanto de la AIE como del IPCC.
Este mes de agosto, Biden ha vuelto a ser criticado por su alejamiento del petróleo nacional, ya que varios se quejan de que está costando puestos de trabajo y la economía nacional, mientras Estados Unidos sigue dependiendo del petróleo extranjero para satisfacer sus necesidades.
Biden fue criticado por los partidarios del petróleo de EE.UU. y Canadá a principios de este mes cuando suplicó a Arabia Saudí y a la OPEP+ que aumentaran la producción para estabilizar los precios internacionales del petróleo.
Las grandes petroleras y los políticos sugirieron que Norteamérica no estaría en esta situación si se hubieran llevado a cabo nuevos proyectos y la producción hubiera vuelto a los niveles anteriores a la pandemia. Tras la denegación de la petición de Biden a principios de este mes, gran parte de la opinión pública reiteró este sentimiento, ya que millones de estadounidenses se enfrentan actualmente a la subida de los precios de la gasolina tras la pandemia mundial.
El gobernador de Alaska, Mike Dunleavy, envió un mensaje contundente a Biden y al juez federal por su decisión de abandonar la producción de combustibles fósiles en la región de Alaska, rica en petróleo. Dunleavy declaró: “No se equivoquen, el fallo de hoy de un juez federal que intenta archivar un importante proyecto petrolero en suelo estadounidense hace una cosa: subcontratar la producción a dictaduras y organizaciones terroristas”. “Esta es una decisión horrible. Estamos entregando América a nuestros enemigos pieza por pieza. El proyecto Willow alimentaría a Estados Unidos con 160.000 barriles al día, proporcionaría miles de puestos de trabajo para mantener a las familias y beneficiaría enormemente al pueblo de Alaska”.
Sin embargo, no se puede pasar por alto la mala gestión de los ingresos del petróleo en Alaska. A pesar de que en 1976 se estableció el Fondo Permanente de Alaska como medio de invertir un porcentaje de los ingresos petroleros del estado en inversiones en bonos, acciones, bienes inmuebles, infraestructuras y entidades privadas para el futuro de la economía, el gobierno de Alaska y los grandes operadores petroleros han sido criticados repetidamente por gastar en intereses de los accionistas en lugar de devolver los ingresos petroleros a los propios habitantes de Alaska.
Además, los ingresos petrolíferos de Alaska habían disminuido mucho antes de que se produjera la pandemia, y el gobierno se enfrentaba a un déficit de 1.500 millones de dólares a principios de 2020. Con el mayor yacimiento petrolífero descubierto en Norteamérica, el petróleo de Alaska tuvo un gran auge a finales de los años 60 y en las décadas siguientes. Sin embargo, ha estado en declive desde su pico en 1988, cayendo de un nivel de producción de 2 millones de bpd a menos de 1 millón de bpd en 2002. En 2020, Alaska producía unos 460.000 bpd de petróleo.
Así que, aunque podemos culpar a Biden y al ecologismo de la reciente pérdida de la economía petrolera de Alaska y de sus crecientes niveles de desempleo, Alaska debe responder a las décadas de declive que le precedieron.
Puede que aún le queden algunos años, con la producción existente relativamente estable, pero una cosa es segura, Alaska debe invertir más en su sector no petrolero si espera volver a prosperar.
Noticia tomada de: OilPrice / Traducción libre del inglés por World Energy Trade
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