Termina una historia de más de cien años y empieza una época de que se anticipa disruptiva. El sector de la automoción encara el próximo 2020 cargado de incertidumbre, obligado por la puesta en marcha de los nuevos límites a las emisiones de CO2.
Los coches eléctricos deberían dejar de ser una rareza y, en un contexto de desaceleración de los mercados, las empresas deberían ser capaces de encontrar recursos suficientes para afrontar las inversiones que de forma ineludible les exige la transformación tecnológica.
El primero de enero entró en vigor el límite de 95 gramos por kilómetro en las emisiones de CO2, frente a los 130 actuales. El porcentaje se calcula sobre la totalidad de ventas de cada marca, es decir, la media entre los coches que emiten más y los que lo hacen menos.
Y con la amenaza de una multa de 95 euros por gramo de dióxido de carbono por cada coche vendido que emita más de 95 gramos por kilómetro. Las multas, que se aplicarían en el 2021 en función de las ventas del 2020, se calculan en hasta 34.000 millones de euros.
Industria de automoción – Problemas en la producción
“Ahora viene una oleada de inversiones para transformar plantas de fabricantes y proveedores, que además acabarán con menos mano de obra. Tiempos difíciles”, opina José Antonio Bueno, especialista en automoción y socio director de la consultora YGroup.
En efecto, el impacto sobre el empleo ya se ha empezado a notar. Audi y Mercedes han anunciado recortes de 10.000 empleos cada una, mientras que Bernhard Mattes, presidente de la patronal automovilística alemana VDA, ha acrecentado la alarma al afirmar que el cambio de tecnología podría conducir a la pérdida de 70.000 empleos en la próxima década.
“Un cambio estructural con inversiones enormemente altas en un momento de deterioro de la dinámica del mercado: la tensión se siente en muchas empresas”, dijo Mattes. “Nos esperan meses muy difíciles en fabricantes pero sobre todo en proveedores. Todos pierden, es una transición muy forzada que se basa en productos inmaduros”, añade Bueno.
Xavier Pujol, consejero delegado de Ficosa, coincide en que “la implantación del coche eléctrico viene forzada por la regulación, pero su coste es muy elevado”. De momento, “en esta nueva cadena de valor del VEH los únicos que ganan dinero son los propietarios de la minería”, advierte Pujol, que asegura que hoy por hoy las ventas de coches eléctricos no funcionan sin ayudas.
“Ni siquiera en China, donde en verano se derogaron las ayudas y en los meses siguientes se produjeron caídas de ventas de hasta el 40 %”, explica. “Como son ventas que están dopadas, a la que retiras los incentivos se desploman”. El consejero delegado de Ficosa califica la situación como de “tormenta perfecta”, una expresión que ya se ha hecho común en el sector.
Conclusión – Necesidad de unir esfuerzos
Los grandes fabricantes han anunciado inversiones cercanas a los 90.000 millones en electromovilidad, con Volkswagen a la cabeza, con más de 30.000 millones. Para financiarlas, deben ganar más dinero con sus tradicionales vehículos de combustión. Algo que no va a resultar fácil con los mercados en desaceleración.
Esa necesidad de unir esfuerzos y compartir las inversiones es lo que ha empujado la fusión entre la francesa PSA y la italoestadunidense Fiat-Chrysler (FCA). “Puede que haya más fusiones”, opina Bueno.
La industria cambia, pero persisten muchas dudas sobre si el consumidor está dispuesto a comprarse ya un eléctrico, teniendo en cuenta que son más caros y que el desarrollo de infraestructuras de recarga está poco menos que en pañales, al menos en España. “Si el cambio no funciona, la burbuja estallará”, avisa Xavier Pujol.
Noticia de: Lavanguardia.com
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