Dos visiones de un mismo futuro, La Agencia Internacional de la Energía (AIE) y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se encuentran en un punto de inflexión. Ambas organizaciones, con perspectivas divergentes sobre la demanda futura de petróleo, generan incertidumbre en un mercado ya volátil.
Desde que la Agencia Internacional de la Energía dejó de ser un mero proveedor de información para convertirse en un defensor de la transición energética, sus previsiones sobre la demanda de petróleo han cambiado para reflejar cada vez más esta defensa.
Por el contrario, la OPEP mantiene una perspectiva más optimista, esperando un crecimiento continuado de la demanda más allá de 2030, con especial atención al crecimiento previsto en los países en desarrollo.
Esto ha provocado una creciente divergencia entre las perspectivas de la AIE y la OPEP sobre el futuro de la materia prima, aumentando el riesgo de confusión entre analistas e inversores.
La pregunta «¿Quién tiene razón?» se ha convertido en legítima. Esta disparidad no es sólo un debate académico, sino que tiene implicaciones reales para los inversores, las empresas energéticas y la economía en general.
Para empezar, conviene señalar que ninguna de las dos autoridades es completamente imparcial. A la OPEP le interesa que aumente la demanda mundial, por lo que sus previsiones pueden estar sobrevaloradas.
La AIE, por su parte, actúa como si tuviera un especial interés en la transición energética, lo que le ha llevado a subestimar regularmente la demanda de petróleo, con su desviación más marcada de la realidad hasta la fecha contenida en la hoja de ruta Net Zero original.
El documento se publicó en mayo de 2021. En ese informe, la AIE afirmaba que a partir de ese año no había necesidad de nuevas prospecciones de petróleo y gas porque la transición energética avanzaba lo suficientemente rápido como para hacerlas superfluas.
Pero la AIE no tardó en revisar su opinión. En noviembre de ese mismo año, la agencia pidió más inversiones en nuevas prospecciones de petróleo y gas ante el riesgo de escasez de suministro.
El año pasado, la AIE empezó el año previendo un crecimiento de la demanda de petróleo de 1,9 millones de barriles diarios. A lo largo de los 11 meses siguientes, siguió revisando esta previsión, hasta terminar el año con un crecimiento de la demanda mundial de 2,3 millones de barriles diarios, una previsión que mantuvo también en enero de este año, y una cifra muy cercana a las previsiones de la OPEP durante el año, todas las cuales contemplaban un crecimiento de la demanda de más de 2 millones de barriles diarios.
Esta semana, Reuters informó de que la divergencia entre las cifras de demanda de la AIE y la OPEP es la mayor en 16 años, según el análisis de datos que se remontan a 2008.
Esta divergencia se refiere a las previsiones de demanda de petróleo de febrero de las dos organizaciones, y la brecha es realmente considerable, de más de 1 millón de bpd.
En su Informe sobre el Mercado del Petróleo de febrero, la AIE pronosticó un modesto crecimiento de la demanda de petróleo de 1,2 millones de barriles diarios este año, alegando una desaceleración de la recuperación de la demanda tras los cierres por pandemia. La OPEP, por su parte, mantuvo su previsión de crecimiento de la demanda de petróleo para 2024 sin cambios respecto a meses anteriores, en 2,2 millones de barriles diarios.
También hay divergencias sobre las perspectivas a más largo plazo de la demanda de petróleo, ya que la AIE predijo el año pasado que alcanzaría su punto máximo antes de 2030, junto con la demanda de gas natural y la de carbón.
Esta predicción parece haber sido la gota que ha colmado el vaso de la OPEP, que ha reaccionado con una dura advertencia a la AIE para que deje de politizar la energía, acusándola de defender la transición energética y dejar que esto afecte a la precisión de sus previsiones.
«Ambas agencias se han encasillado en una posición, por eso tienen este enorme abismo en las previsiones de demanda», explicó Neil Atkinson, ex jefe de la división de mercados petroleros de la AIE. La agencia tiene una percepción muy fuerte de que la transición energética avanzará a un ritmo mucho más rápido.
Es casi inevitable que exista algún tipo de sesgo a la hora de predecir la demanda de petróleo, y ello se debe precisamente a la enorme presión a favor de una transición que ha visto cómo se canalizaba mucho dinero hacia organizaciones de defensa del clima que, entre sus actividades de promoción, también se dedican a hacer previsiones.
En sí mismo, este sesgo no es un problema mientras los usuarios de esa información sean conscientes de ello.
Sin embargo, se convierte en un problema cuando las previsiones sesgadas empiezan a compartirse y amplificarse, mostrando una imagen distorsionada de, en este caso, las perspectivas de crecimiento de la demanda de petróleo y afectando a las decisiones de inversión.