Un nuevo método para recuperar oro de gran pureza de aparatos electrónicos desechados devuelve 50 dólares por cada dólar gastado, según unos investigadores que encontraron, gracias a la fabricación de queso, una sustancia clave para filtrar el oro.
La sociedad ha tenido en gran estima el oro durante milenios. Más recientemente, por sus aplicaciones técnicas en electrónica y microelectrónica, aeroespacial, medicina, biotecnología y nanotecnología.
Sin embargo, como cualquier metal, el oro es un recurso no renovable. Y cada vez más valioso.
En un nuevo estudio citado por New Atlas, investigadores de la ETH de Zúrich (Suiza) han detallado cómo conseguir un método sostenible y rentable para extraer selectivamente oro de los residuos electrónicos o e-waste.
«Lo que más me gusta es que utilizamos un subproducto de la industria alimentaria para obtener oro a partir de residuos electrónicos», afirma Raffaele Mezzenga, autor del estudio. «No se puede ser más sostenible».
Suero, la sustancia clave
El subproducto de la industria alimentaria al que se refiere Mezzanga es el suero, la parte acuosa de la leche que se separa de la cuajada al hacer queso. En este caso, los investigadores convirtieron este residuo lácteo en una matriz de fibrillas proteínicas amiloides que utilizaron como adsorbente para extraer selectivamente el oro de los residuos electrónicos.
En condiciones ácidas y a altas temperaturas, las proteínas del lactosuero se desnaturalizaron -destrucción de la estructura de la proteína en una más suelta y aleatoria- y se agregaron en forma de nanofibrillas en un gel. El gel se secó y se formó una esponja.
A continuación, los investigadores extrajeron las partes metálicas de 20 placas base de ordenadores viejos y las disolvieron en un baño de ácido para ionizar los metales o separarlos en iones positivos y negativos.
Cuando la esponja de fibrillas proteínicas se colocó en la solución de iones metálicos, los iones de oro se adhirieron a ella. Aunque la esponja también absorbía otros metales -cobre y hierro, por ejemplo-, la absorción del oro era mucho más eficaz.
Tras absorber los iones de oro, la esponja de fibrillas proteínicas se sometió a calor, reduciendo los iones a copos que acabaron fundiéndose en una pepita de oro con una masa de unos 500 mg.
Los análisis revelaron que la pepita estaba compuesta principalmente de oro (90,8% en peso) y que el cobre y el níquel aportaban un 10,9% y un 0,018% en peso, respectivamente. Los resultados demuestran la gran pureza de la pepita, que corresponde a 21 o 22 quilates.
En su artículo, los investigadores demostraron la viabilidad comercial de su método. Incluyendo tanto los costes de adquisición del material de partida como los gastos energéticos de todo el proceso, el coste total de recuperar 1 g de oro de los residuos electrónicos era 50 veces inferior al valor del oro recuperado.
Y el método es mejor desde el punto de vista medioambiental. El uso de carbón activado convencional para recuperar 1 g de oro de los residuos electrónicos produciría unos 116 g de dióxido de carbono, mientras que la huella de carbono de la esponja de fibrillas proteínicas es menor, con un resultado aproximado de 87 g del gas de efecto invernadero.
La principal razón del mayor impacto ambiental del uso de carbón activado es su mayor consumo de energía durante la producción, debido sobre todo a fuentes de combustible no renovables, unido a una capacidad de adsorción inferior a la de la esponja.
Sin embargo, dado que el lactosuero es una proteína de origen animal, la esponja de fibrillas proteínicas causará probablemente más daños al ecosistema que el carbón activado.
Por ello, los investigadores estudiarán si pueden utilizarse proteínas vegetales, como las derivadas de guisantes y patatas, en lugar del suero.
Los investigadores planean preparar la tecnología para el mercado. Aunque los residuos electrónicos son una prometedora fuente de partida para extraer oro, están estudiando otras, como los residuos industriales de la fabricación de microchips o los procesos de chapado en oro.