Bajo el calor abrasador del verano, Renier Swiegers marcha por el desierto hacia una plataforma de perforación. Pero no busca petróleo, el motor de la economía saudí en los últimos 80 años. Es otra fuente potencial de riqueza e influencia a la que el reino ha echado el ojo.
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, que ya ha utilizado sus riquezas energéticas para poner patas arriba el mundo del deporte, el turismo y el cine, está dispuesto a invertir miles de millones de dólares en explotar los más de 1,3 billones de dólares en metales que, según su gobierno, están enterrados en lugares como este.
El plan puede ser uno de los componentes menos glamurosos de su gran Visión 2030 para transformar la economía saudí.
La perspectiva de convertir el país en un centro metalúrgico que pueda hacer mella en una industria mundial tampoco carece de escépticos. Pero al líder de facto de Arabia Saudí, de 38 años, no le faltan ni riqueza ni ambición. La clave será convencer a las empresas mineras internacionales de que merece la pena.
Si sólo tiene un éxito parcial, el sueño tendría implicaciones más allá de Oriente Medio, no sólo para la minería de metales, sino también para las relaciones de Arabia Saudí con Estados Unidos, China y los mercados emergentes a los que el reino se acerca cada vez más.
Swiegers, un namibio que trabaja para la empresa minera británica Moxico Resources Plc, es un creyente. Está ayudando a establecer una nueva mina a cielo abierto de zinc y cobre a unos 200 kilómetros al oeste de la capital saudí, Riad.
“He llevado a cabo proyectos en toda África y conozco la geología y sé dónde es bueno explotar”, afirma Swiegers, mientras extrae muestras de tierra de la plataforma a 200 metros de profundidad y señala yacimientos de cobre que brillan al sol. “Este yacimiento es como aquellos”.
Si todo llega a buen puerto, en 2025 el yacimiento de Khnaiguiyah en el que trabaja producirá metales, incluidas 100.000 toneladas anuales de zinc y 10.000 toneladas de cobre en su primera fase. Se trata de una cifra minúscula para los estándares mundiales -equivalente a la producción de cobre de Chile en unas 18 horas-, pero el objetivo es duplicar el volumen. Es uno de los varios proyectos del reino.
Además del desarrollo de minas locales, hay otro elemento en el plan que, según los expertos del sector, es menos especulativo y más rápido de poner en marcha. Arabia Saudí quiere comprar recursos de otros lugares para refinarlos y procesarlos en nuevas instalaciones dentro del reino.
En julio, el país anunció su primera gran incursión en la minería internacional. Participó en una operación de 3.400 millones de dólares en Brasil, comprando una participación en la unidad de metales básicos de Vale SA junto con el fondo de inversión Engine No. 1. La operación fue la primera realizada por Manara en Brasil.
La transacción fue la primera de Manara Minerals, un vehículo creado por el poderoso fondo soberano de Arabia Saudí -el Fondo de Inversión Pública, o PIF- y Saudi Mining Co, también conocida como Maaden. El acuerdo otorga al reino, que se impuso a la competencia de Japón y Qatar, una participación del 10% en uno de los principales proveedores mundiales de níquel y cobre, metales esenciales para la descarbonización.
Y habrá más. Los dos accionistas de Manara aportarán inicialmente unos 3.000 millones de dólares para dos o tres operaciones internacionales al año, y se proporcionará más financiación en caso necesario, según personas familiarizadas con la estrategia. Es parte del objetivo de Maaden de aumentar su papel en la producción nacional, al tiempo que compra acceso a los recursos mundiales.
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Pilar de la nueva economía saudí
Mediante subvenciones públicas y préstamos de fondos controlados por el Estado, el objetivo global es posicionar a Arabia Saudí como proveedor alternativo a China de metales y minerales vitales para la transición energética mundial, como las baterías para coches eléctricos. En resumen, la vieja minería sucia es uno de los pilares del nuevo futuro limpio.
“Arabia Saudí necesita más de un motor para alcanzar su visión”, declaró en una entrevista Khalid Al Mudaifer, viceministro de Asuntos Mineros. El plan del reino es transformarse en una potencia económica e industrial, dijo. “Para eso necesitamos minerales”.
El principal metal que interesa a las empresas es el cobre, pero Arabia Saudí también quiere extraer uranio y fosfatos para su incipiente programa nuclear. Eso ha llamado la atención de las potencias occidentales y de Naciones Unidas, que recelan de la proliferación nuclear en Oriente Próximo.
Arabia Saudí ha prometido en repetidas ocasiones que su programa atómico tiene fines estrictamente pacíficos, pero el príncipe Mohammed ha dicho que el reino desarrollaría una bomba si la otra gran potencia de Oriente Próximo, Irán, lo hiciera.
Sin embargo, algunos ejecutivos y asesores de las mayores mineras del mundo tienen dudas sobre los planes mineros nacionales del reino y apuntan en primer lugar a su geología. Sus reservas de uranio han sido calificadas de “gravemente antieconómicas”. Los yacimientos de cobre -el metal más deseado por la mayoría de los mineros- se formaron principalmente por la actividad volcánica.
Más información en: Bloomberg / Traducción libre del inglés por World Energy Trade
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