La tecnología y la transición energética han sido determinantes en la demanda de nuevos materiales, como las tierras raras y claro está, el litio. Principalmente empleado en las baterías, el litio se ha convertido en un elemento fundamental para las economías industriales del siglo XXI y es así como los efectos geopolíticos y geoeconómicos entran también en juego.
Para cumplir los compromisos medioambientales, se espera que los gobiernos se comprometan a realizar reducciones más ambiciosas de sus emisiones de carbono, lo que seguramente significa que tendrán que dejar los combustibles fósiles más rápidamente, que redundará en incremento de los vehículos eléctricos y en consecuencia de su fuente de energía, las baterías de litio.
La importancia estratégica del litio
Los combustibles fósiles hacen dos cosas. Suministran energía cuando se queman, una función que puede ser sustituida por la energía eólica, de las olas, solar y nuclear. Pero también permiten almacenar y transportar la energía. Para sustituir esa función se necesitan baterías y es aquí donde entra en juego el litio, el cual es requerido para fabricarlas.
Esa es una de las la premisas de un nuevo libro titulado simplemente “Litio”. En él, su autor, Lukas Bednarski argumenta de forma convincente que el litio será tan fundamental para las economías industriales del siglo XXI como lo fue el petróleo en el siglo XX.
En aquel entonces, la demanda de petróleo se disparó con el uso de los automóviles; la demanda de litio está alcanzando un punto de inflexión similar ahora.
Los precios del petróleo se han recuperado de manera importante luego de la debacle ocurrida en 2020. Sin embargo, es notable el hecho de que el precio del litio, concretamente el del carbonato de litio, alcanzara un récord de US$ 16.500 por tonelada a mediados de agosto, frente a los US$ 6.124 por tonelada del pasado diciembre. Ciertamente esto es importante.
Volkswagen, el mayor fabricante de automóviles del mundo, tiene previsto lanzar 30 modelos alimentados exclusivamente con baterías de iones de litio para 2025. Espera que los coches eléctricos representen el 25% del total de los vendidos para entonces y el 70% para 2030.
El Reino Unido y la Unión Europea se han comprometido a prohibir la venta de vehículos de gasolina para 2035 y 12 estados de EE.UU. instan a Joe Biden a hacer lo mismo.
No solo son importantes para los vehículos eléctricos y en la transición energética, las baterías de litio también son piezas esenciales de los computadores portátiles, los teléfonos móviles y otros dispositivos de alta tecnología.
Los nuevos protagonistas
Berdinsky afirma que al igual que la historia de la industria del petróleo se ha centrado en el mundo occidental y en Medio Oriente, con el protagonismo de Estados Unidos, ahora la industria del litio se centra en Asia y América Latina, con el protagonismo de China.
Al igual que la demanda de petróleo ha sido determinante en la economía y la política mundial, también lo hará la demanda de litio.
Esa relevancia de China comenzó como producto de la necesidad. El auge económico del país a partir de la década de 1980 llegó demasiado tarde para que pudiera rivalizar con los actores establecidos en un mundo moldeado por el motor de combustión interna: no podía influir en la geopolítica del petróleo ni establecer fabricantes de automóviles capaces de competir con los gigantes estadounidenses, europeos y japoneses.
Por eso, en torno al cambio del milenio, los planificadores económicos de Pekín identificaron los vehículos eléctricos y sus componentes como una nueva tecnología que podía reducir la dependencia de China de las importaciones y que, por tanto, merecía la pena apoyar.
Ese temprano comienzo le dio a China una gran ventaja. Más de cinco millones de vehículos eléctricos circulan por las carreteras chinas, cerca del total de EE.UU. y la UE juntos, y la cuota de mercado de China en este tipo de vehículos, del 42%, opacando el 11% de EE.UU.
De las 136 fábricas de baterías que se prevé construir en todo el mundo, 101 se construirán en China.
Lo cierto es que China domina por completo la industria mundial de producción de baterías. Procesa el litio en bruto en el país y ya cuenta con 93 enormes “gigafábricas” que fabrican células de baterías de iones de litio. Mientras que Estados Unidos sólo tiene cuatro fábricas.
Empresas chinas como Tianqi Lithium y Ganfeng Lithium, que se compara esta última con la Standard Oil de Rockefeller de principios del siglo XX, se han convertido en los mayores productores de litio del mundo.
Los intereses chinos, estatales y comerciales, dominan cada vez más su suministro, incluso en el llamado Triángulo del Litio de Chile, Argentina y Bolivia. Se espera que estos tres países proporcionen juntos entre el 60 y el 70% del litio mundial para 2025.
La geopolítica se hace presente
Los efectos geopolíticos de la “carrera del litio” ya se dejan sentir. Es una de las razones de la creciente presencia de China en África, incluida su financiación de proyectos de infraestructura que apoyan la extracción de recursos minerales.
En América Latina, la región más afectada por la pandemia y marcada por largos años de lento crecimiento y fracturas sociales, los bancos chinos proporcionaron US$ 43.500 millones en préstamos entre 2015 y 2019.
Las presiones de Estados Unidos no han logrado evitar que la empresa respaldada por el Estado Huawei tenga un papel importante en las redes 5G de América Latina. Y la mayoría de las vacunas Covid-19 administradas allí han sido de China. En otras palabras, mientras Occidente ha estado preocupado por enredos como el de Afganistán, Pekín ha ganado una ventaja crucial en una carrera fundamental para el curso del siglo.
Estados Unidos no quiere quedarse atrás
Estados Unidos no tiene intención de depender permanentemente de China para el suministro de baterías y se está proponiendo impulsar su suministro nacional de la vital materia prima para asegurar las cadenas de suministro y fabricar baterías en el país.
Así, está a punto de abrir su primera nueva mina de litio en 12 años en el “Estado de la Plata” de Nevada. La iniciativa “Lithium Americas” recibió el visto bueno en los últimos días de los años de Trump y el presidente Joe Biden no ha hecho ningún movimiento para detener el desarrollo.
Estados Unidos tiene enormes depósitos de litio, pero sólo una mina de litio establecida desde hace tiempo, también en Nevada. Comenzó a funcionar en 1967 y produce unas modestas 5.000 toneladas de litio al año, un porcentaje ínfimo de lo que necesita la industria estadounidense.
Sin embargo, los procesos de extracción son poco ecológicos y ampliar la producción para lograr reducir la dependencia de China y también ir en línea con la administración Biden de estar en la vanguardia de la batalla contra el cambio climático, se requiere mejorar los procesos de extracción.
Ahora bien, a corto plazo, los intereses mineros y nacionales saldrán ganando y los temas de ESG y de sostenibilidad son importantes, pero no tanto como la obtención de la materia prima estratégicamente necesaria para mantener el liderazgo tecnológico de Estados Unidos.
¿China y Afganistán?
Luego de la salida abrupta de Estados Unidos de Afganistán, China buscará ampliar su influencia allí y para los Talibanes puede convertirse en un socio fundamental ya que China estaría dispuesta invertir. Para Pekín es importante, ya que entre otros minerales, Afganistán contiene algunos de los mayores depósitos de litio del mundo.
¿Existe sustituto para el litio?
Ciertamente se han publicado estudios sobre el enorme potencial de las baterías recargables de grafeno e iones de aluminio, que tendrán una vida útil tres veces superior a la de las baterías de iones de litio disponibles en la actualidad y podrán cargarse 60 veces más rápido que las de Li-ion.
Sin embargo, aunque las baterías de grafeno y aluminio tienen un enorme potencial para su uso futuro en dispositivos electrónicos portátiles y vehículos eléctricos, se calcula que aún faltan unos diez a quince años para su producción en masa y su amplio uso comercial, entre otras cosas porque se ha comprobado que las baterías que se producen ahora con fines de investigación tienen una vida útil relativamente corta y se necesita mucho más trabajo de desarrollo para convertirlas en una propuesta comercial.
Mientras tanto, las baterías de iones de litio actuales tienen una combinación ganadora en el mercado de alta densidad de potencia y alta densidad de energía.
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