¿Y si el coche eléctrico no fuera la solución a nuestros problemas? ¿Y si pasarnos a esas baterías con ruedas no cambiara nada climáticamente hablando? ¿Y si, simplemente, fuera alargar el tubo de escape lo suficiente como para que llegue a las centrales de carbón? Entonces, ¿Qué?
Se han usado los “y si” a propósito. Son la forma en que suelen presentarse esas preguntas. Como hipótesis, como conjeturas, como temores. Un miedo recurrente que aparece siempre que hablamos de descarbonizar el transporte. Pero, ¿Es cierto? ¿De verdad el coche eléctrico es tan bueno para el clima como parece?
Alargando el tubo de escape
La “teoría del largo tubo de escape” nos dice que, como la energía se produce también por fuentes de energía que emiten CO2, adoptar el coche eléctrico solo consiste en trasladar esas emisiones de un lugar (nuestro coche) a otro (las plantas de producción). Es una posibilidad a tener en cuenta, claro.
Pero hay que reconocer que es una posibilidad remota. Como explicaba Ross Rosenberg, hay dos razones fundamentales para ello: en primer lugar, porque la producción de electricidad en la mayor parte de países del mundo es mixta. En EEUU el carbón representa un 39 %; en Ucrania, un 34 %; y en Alemania, un 40,3 %
Estos son países con mucha carga de carbón. Pero en todos ellos, la nuclear, las renovables y el gas natural representa la mayor parte de la producción: el agregado genera muchas menos emisiones que motor de un coche. Pero es que, hasta en lugares con muchísimo carbón, las cifras no avalan la “teoría del largo tubo de escape”.
Figura 1. Emisiones anuales por vehículo en el estado de Colorado, EEUU
Para que nos hagamos una idea, Ross Rosenberg detalla los datos de uno de los estados más carboníferos de EEUU, Colorado, con un 67,77 % de de su mix. Incluso en ese caso, los coches eléctricos emitirían menos CO2 que los convencionales.
La eficiencia de las plantas de producción
Esto es así por la segunda razón: la producción de energía es más eficiente en las plantas que en los automóviles. Mucho más. Para el mismo tipo de combustible, las plantas tienen una eficiencia del 60 % mientras que los coches tienen una del 25 %.
Es decir, en la planta de desperdicia un 40 % de la energía mientras que en el coche se pierde el 75 %. Esto quiere decir que incluso aunque toda la demanda se pasara al carbón, haría falta quemar mucho menos que si la combustión se hiciera en los coches.
Evidentemente, hay un límite a partir del cual la “teoría del largo tubo de escape” podría hacerse realidad, pero ese límite solo existe en la teoría. Los sistemas de producción nacionales quizá tengan problemas para asumir la demanda derivada de los coches eléctricos, pero es complicado que acaben emitiendo más de lo que ya se emite. Prácticamente imposible.
Como señalaba Enrique Dans en Forbes, lo del largo tubo de escape no es una teoría, es un mito: parte del discurso de aquellos que se oponen al cambio. Así que en cuanto al clima, el coche eléctrico parece una apuesta segura.
Noticia de: Xataka.com
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