Las noticias sobre las instalaciones récord de generación eléctrica con las llamadas energías renovables en China es definitivamente algo muy notable y hasta esperanzador. Sin embargo, China no está en condiciones de renunciar a los combustibles fósiles y en particular al carbón.
Durante el primer semestre de 2023, China aprobó 52 gigavatios (GW) de nueva potencia de carbón, más que todas las autorizaciones emitidas en 2021.
Estas nuevas autorizaciones se suman a los 136 GW de capacidad de carbón que ya están en construcción. En conjunto, estas nuevas centrales representan más del 67% de todas las nuevas autorizaciones del mundo.
China se aleja paso a paso del acuerdo de París
Casi todos los países firmaron el histórico Acuerdo de París en 2015, que estableció objetivos agresivos para mantener el calentamiento global por debajo de 2 grados centígrados sobre los niveles preindustriales.
Se partía de la base de que la reducción de las emisiones de dióxido de carbono procedentes de la quema de combustibles fósiles detendría un calentamiento futuro considerado catastrófico.
Como parte de este acuerdo, China, el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, acordó alcanzar la neutralidad de carbono para 2060 y llegar al máximo de sus emisiones de dióxido de carbono para 2030.
Muchos alabaron estas promesas, celebrando la aparente aceptación por parte de China de su supuesta responsabilidad de abordar la cuestión climática.
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Pero estas promesas se contradicen con la realidad. La economía china se basa principalmente en los combustibles fósiles, que son la fuente de energía más asequible, abundante y fiable.
Con 159 exajulios, el consumo de energía primaria de China en 2022 fue el mayor del mundo y un 40% superior al de Estados Unidos, el segundo mayor consumidor.
El año pasado, el 82% de la energía total consumida por China procedía del carbón, el petróleo y el gas natural. La eólica y la solar, a pesar de las importantes inversiones de Beijing, sólo representaron el 7% de toda la energía consumida en 2022.
El carbón sigue siendo el eje de la infraestructura energética y la vitalidad económica de China. Según la Oficina Nacional de Estadística de China, el consumo de carbón aumentó más de un 4% en 2022.
Las importaciones de carbón en agosto de 2023 fueron las más altas desde 2015. China está aumentando sus importaciones de Rusia y Australia y sigue incrementando las de Indonesia, que es su principal proveedor.
China está extrayendo cantidades récord de carbón y también importando volúmenes récord de carbón, ya que busca impulsar su seguridad energética. Este creciente apetito por el carbón es inevitable dada la enorme demanda del sector energético y de la industria en general.
Las industrias aumentarán la demanda de carbón
En China se producen cada año más de 1.000 millones de toneladas de acero bruto, lo que representa más de la mitad de la producción mundial de acero. Las industrias siderúrgicas chinas -más del 90% de ellas- utilizan procesos basados en el carbón.
A pesar de introducir en 2021 una política para frenar las emisiones de dióxido de carbono, Beijing aún no ha anunciado ningún tope para la producción de acero. S&P Global cree que “no habrá recortes obligatorios de la producción de acero este año”. La producción de acero bruto en 2023 superará los niveles de 2022.
Según el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio, “las empresas siderúrgicas chinas están realizando importantes inversiones en nueva capacidad de fabricación de acero a base de carbón”.
Para poner esto en contexto, la aprobación por parte de China de nueva capacidad siderúrgica al año es el doble de toda la capacidad de la industria siderúrgica alemana.
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Al igual que la siderurgia, la fabricación de cemento es intensiva en energía, y el carbón representa hasta el 85% de la energía utilizada en el proceso. China es el mayor productor y consumidor de cemento del mundo.
Según los analistas, “China consume tanto cemento cada dos años como Estados Unidos en todo el siglo XX”. Se prevé que la producción de cemento siga aumentando en los próximos años, y es posible que la elevada demanda se prolongue durante décadas.
En resumen, la seguridad y el crecimiento económico de China dependen de saciar el colosal apetito del país por los combustibles fósiles.
La política occidental en torno a una crisis climática inexistente no cambiará eso.
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