Desde que comenzó la pandemia, los gobiernos del mundo se han comprometido a destinar enormes cantidades de dinero en inversión en favor de la energía sostenible, y esta cifra ha ido en aumento. Sin embargo, las enormes brechas regionales y el alza de las materias primas surgen como elementos que pueden descarrilar estos objetivos.
Los gobiernos se han comprometido a destinar más de 710.000 millones de dólares en gasto de recuperación sostenible para el año 2030 desde que comenzó la pandemia de Covid-19, según la Agencia Internacional de la Energía.
Esto supone un aumento del 50% en comparación con la cifra de octubre de 2021 y representa “el mayor esfuerzo fiscal de recuperación de energía limpia de la historia”, según la AIE.
A pesar de este crecimiento, la última actualización de la AIE de su Rastreador de Recuperación Sostenible advirtió que los desequilibrios regionales, agravados por el aumento de los precios de las materias primas tras la guerra entre Rusia y Ucrania, eran motivo de preocupación.
La visión de la AIE sobre lo que constituye “energía limpia y medidas de recuperación sostenible” es muy amplia. Incluye desde inversiones en energía nuclear, eólica, solar fotovoltaica e hidroeléctrica, hasta el reequipamiento, los vehículos eléctricos, la infraestructura de tránsito y el reciclaje.
En una declaración realizada a principios de esta semana, la AIE dijo que las economías avanzadas tenían la intención de gastar más de 370.000 millones de dólares antes de finales de 2023.
Describió esto como un “nivel de gasto gubernamental a corto plazo que ayudaría a mantener la puerta abierta para el camino global de la AIE hacia las emisiones netas cero para 2050”.
El desequilibrio entre las regiones
Sin embargo, para otras partes del mundo la historia es diferente. Las economías emergentes y en desarrollo, según la AIE, han hecho planes para unos 52.000 millones de dólares de “gasto de recuperación sostenible” antes de finales de 2023. Según la AIE, esta cifra es “muy inferior” a lo que se necesita para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas a mediados de este siglo.
Es poco probable que la brecha se reduzca a corto plazo, dijo la AIE, ya que los gobiernos con medios fiscales ya limitados se enfrentan ahora al reto de mantener la asequibilidad de los alimentos y el combustible para sus ciudadanos en medio del aumento de los precios de los productos básicos tras la invasión de Rusia en Ucrania.
Preocupación por las materias primas
Las preocupaciones relacionadas con la transición energética y la seguridad energética se han visto agudizadas por la invasión rusa de Ucrania.
Rusia es uno de los principales proveedores de petróleo y gas, y en las últimas semanas varias economías importantes han trazado planes para reducir su dependencia de sus hidrocarburos.
Al mismo tiempo, en los últimos meses también se han disparado los precios de las materias primas. Según la ONU, su índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se situó en marzo en una media de 159,3 puntos, lo que supone un aumento del 12,6% respecto a febrero.
En una declaración realizada la semana pasada, Qu Dongyu, Director General de la FAO, puso de manifiesto los retos a los que se enfrenta el mundo. Los precios de los alimentos medidos por el índice, dijo, habían “alcanzado un nuevo máximo histórico”.
“En particular, los precios de los alimentos básicos, como el trigo y los aceites vegetales, se han disparado últimamente, imponiendo costes extraordinarios a los consumidores mundiales, en particular a los más pobres”, añadió Dongyu, quien añadió que la guerra en Ucrania había “empeorado aún más la situación”.
Una enorme tarea
La tarea para con el calentamiento global es urgente y hay mucho en juego, ya que la ONU señala que 1,5 grados Celsius se considera “el límite superior” a la hora de evitar las peores consecuencias del cambio climático.
Según la ONU, para que el calentamiento global se mantenga “a no más de 1,5°C, las emisiones deben reducirse en un 45% para 2030 y llegar a cero neto para 2050”.
La cifra de 1,5 se refiere al Acuerdo de París, cuyo objetivo es limitar el calentamiento global “a bastante menos de 2, preferiblemente a 1,5 grados Celsius, en comparación con los niveles preindustriales” y que fue adoptado en diciembre de 2015.
“Los países en los que la energía limpia está en el centro de los planes de recuperación mantienen viva la posibilidad de alcanzar las emisiones netas cero para 2050, pero las difíciles condiciones financieras y económicas han socavado los recursos públicos en gran parte del resto del mundo”, dijo el martes Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE.
Birol añadió que la cooperación internacional sería “esencial para cambiar estas tendencias de inversión en energía limpia, especialmente en las economías emergentes y en desarrollo, donde la necesidad es mayor”.
Aunque el panorama para las economías avanzadas puede parecer más halagador que el de las emergentes y en desarrollo, la AIE señaló una serie de posibles problemas de cara al futuro, al afirmar que “algunos de los fondos asignados corren el riesgo de no llegar al mercado en los plazos previstos”.
Los proyectos se han visto “atascados” por los retrasos en el establecimiento de programas gubernamentales, la incertidumbre financiera, la escasez de mano de obra y las continuas interrupciones de la cadena de suministro.
Además, “las medidas dirigidas a los consumidores”, como los incentivos relacionados con la reconversión y los vehículos eléctricos, “tienen dificultades para llegar a un público más amplio debido a problemas como la burocracia y la falta de información”.
En cuanto al panorama general, la AIE afirmó que el gasto público en energía sostenible seguía siendo una pequeña proporción de los 18,1 billones de dólares de desembolsos fiscales destinados a mitigar los efectos económicos de la pandemia.
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