Los precios récord del carbón y el gas natural licuado (GNL) en Asia amenazan con frenar las economías de mayor crecimiento de la región. La crisis energética mundial, que tiene a los países importadores de energía luchando por asegurar el suministro incluso a precios récord, podría ser un importante obstáculo en el camino hacia la tan anunciada transición energética.
Asia es el ejemplo de la dependencia del carbón, el combustible fósil más sucio, que sigue representando una gran parte de la generación de energía y es el motor del crecimiento económico industrial, incluso en la segunda economía del mundo y principal importadora de petróleo -y ahora de GNL-, China.
La actual política gubernamental inmediata en China, así como en la India, es asegurar el suministro de energía para el invierno “a toda costa” para evitar o prevenir cortes de energía que paralizarían el crecimiento económico y pondrían más presión en las cadenas de suministro mundiales. Los precios del carbón alcanzaron un récord la semana pasada. También lo hicieron los precios del GNL en Asia, superando el anterior récord establecido el pasado invierno.
A largo plazo, las economías de Asia se encuentran en una encrucijada, señala el columnista de Reuters Clyde Russell. Podrían seguir dependiendo de grandes cantidades de carbón y gas como base para su generación de energía y sus industrias, y prepararse para más choques de oferta y precios en el futuro.
O podrían acelerar el despliegue de fuentes de energía renovable para sustituir la generación de carbón y respaldar las energías renovables intermitentes con el almacenamiento en baterías y las centrales de pico de gas.
Algunos países asiáticos, como China, Japón y Corea del Sur, han fijado objetivos de neutralidad de carbono para 2050 o, en el caso de China, para 2060. India no tiene ningún objetivo de este tipo y sigue dependiendo en gran medida del carbón, que representa el 70% de su generación de electricidad, aunque las energías renovables están aumentando tanto en China como en India.
El problema de las energías renovables es que, incluso si se adoptan a un ritmo rápido, seguirían sin satisfacer la creciente demanda de energía en Asia, donde la industrialización y la urbanización están en pleno apogeo, a diferencia de las economías desarrolladas, donde estos procesos han concluido en su mayor parte.
El otro problema, más técnico, de las energías renovables es que necesitarán el respaldo del gas y una enorme capacidad de almacenamiento en baterías para garantizar la fiabilidad de las redes. Esto supone una gran inversión para las economías más ecológicas de Asia.
Las decisiones que tomen las economías asiáticas para su suministro energético a largo plazo determinarán las tendencias de la demanda de carbón y gas durante las próximas décadas.
Todos los analistas y pronosticadores afirman que la demanda de carbón está en declive terminal. Sin embargo, será el Asia en desarrollo la que apuntale el último hurra del carbón en esta década, según afirmó la Agencia Internacional de la Energía (AIE) el pasado diciembre, cuando predijo un crecimiento del 2,6% de la demanda mundial en 2021, liderado por China, India y el Sudeste Asiático.
Debido a los precios récord del gas natural en Europa y Asia, la demanda de carbón está creciendo actualmente más de lo previsto. Según las estimaciones de la AIE, la demanda de carbón a nivel mundial se estabilizará en 2025.
Sin embargo, Asia podría prolongar la vida de las centrales de carbón relativamente nuevas, lo que apoyaría la demanda, según Wood Mackenzie.
China se ha comprometido recientemente a poner fin a las inversiones en carbón en el extranjero, lo que podría afectar a la demanda de carbón en el resto de Asia durante esta década.
“La clave ya no está en el número de nuevos proyectos de carbón que se financiarán, sino en si los países pueden permitirse retirar sus flotas actuales y cuándo. Debido a la edad relativamente joven de las centrales de carbón en los países asiáticos en desarrollo y a la falta de financiación de nuevos proyectos de carbón, es posible que los países se vean obligados a prolongar la vida de sus flotas de carbón existentes para acomodar una transición menos perturbadora”, declaró el mes pasado Shirley Zhang, analista principal de Wood Mackenzie.
El futuro del GNL y del gas natural parece mucho más halagüeño, y todas las previsiones apuntan actualmente a que el gas es el combustible fósil más resistente a lo largo de la transición energética, a pesar de la prensa negativa sobre las emisiones de metano en la cadena de suministro de gas.
Para Asia, en particular, el gas será la clave para abandonar el carbón, y China es el mejor ejemplo de ello. Los mandatos de reducción de emisiones de China no pueden cumplirse sin el gas y el GNL. La demanda china de gas se disparó un 16% anual en la primera mitad de 2021, liderada por la fuerte demanda eléctrica e industrial, según las estimaciones de WoodMac. La demanda de gas de China seguirá creciendo hasta 2050, aunque el crecimiento se ralentizará después de 2030, según la consultora.
“El gas natural encaja en las estrategias de China para diversificar el mix energético dominado por el carbón, mejorar la calidad del aire y perseguir un desarrollo bajo en carbono. Para satisfacer su creciente demanda, China ha impulsado la producción doméstica, la reducción de los cuellos de botella en las infraestructuras, la diversificación de las fuentes de importación y la introducción de reformas orientadas al mercado”, dijo Miaoru Huang, Director de Investigación, APAC Gas & LNG en WoodMac.
Noticia tomada de: OilPrice / Traducción libre del inglés por World Energy Trade
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