La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, una experta en climatología, podría tener dificultades para cumplir sus promesas medioambientales después de haber logrado la victoria, en parte, gracias a la popularidad de un predecesor que redobló su apuesta por los combustibles fósiles.
Sheinbaum, elegida el domingo como la primera mujer presidenta de México por un amplio margen, hereda un país que lucha a diario contra el cambio climático y los problemas medioambientales: una sequía generalizada, una crisis del agua en la capital, Ciudad de México, y una deforestación galopante.
La líder izquierdista de 61 años, que formó parte de un grupo de científicos climáticos de las Naciones Unidas que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2007, ha hablado de su creencia en un enfoque académico y científico de la política.
En su campaña electoral se comprometió a impulsar de forma significativa las energías renovables en el país petrolero hasta alcanzar el 50% al final de su mandato en 2030.
Pero a pesar de sus mejores intenciones de mejorar el historial ecológico de México, el mentor de Sheinbaum, el popularísimo presidente saliente Andrés Manuel López Obrador, gastó miles de millones en sostener a los gigantes energéticos estatales dependientes de los combustibles fósiles, la petrolera Pemex y la eléctrica CFE.
Su aplastante victoria -y la posible supermayoría en el Congreso obtenida por la coalición gobernante- es en muchos sentidos un referéndum sobre las políticas e iniciativas de López Obrador, dijo Mariana Campero, asociada senior del Programa de las Américas de CSIS.
Sheinbaum podría verse en apuros para romper la cadencia con el estilo de López Obrador a riesgo de perder apoyo, lo que limitaría su capacidad para dar prioridad a las políticas sobre cambio climático.
Un corazón verde
Sheinbaum atribuye a su padre, ingeniero químico, y a su madre, bióloga celular, el mérito de haberla educado para fomentar su interés por la ciencia y la política. Es doctora en ingeniería energética por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Como alcaldesa de Ciudad de México, instaló un proyecto solar en el tejado de un concurrido mercado central e inauguró una línea de autobuses 100% eléctricos.
Sin embargo, recibió críticas por algunos proyectos, como la construcción de un puente en la zona ecológica de Xochimilco que, según miembros de la comunidad, dañó humedales.
También apoya algunos de los proyectos más controvertidos de López Obrador, como el Tren Maya, un ferrocarril turístico que activistas y científicos denuncian por poner en peligro la naturaleza virgen y los antiguos sistemas de cuevas bajo el suelo de la selva.
No obstante, su llegada a la presidencia ha alimentado la esperanza de algunos de que podría cambiar la trayectoria del país en materia de políticas de cambio climático, que se deterioró bajo el mandato de López Obrador.
Según el Índice de Desempeño del Cambio Climático, eso es en gran parte debido al aumento de las subvenciones a los combustibles fósiles y a los escasos avances en la reducción de la deforestación.
«Definitivamente, creo que tiene la voluntad y la intención de volver a situar a México en los objetivos de emisiones netas cero y en los buenos términos de la comunidad internacional», Arthur Deakin, director de energía de la consultora America's Market Intelligence.
El problema de PEMEX
Sheinbaum se ha comprometido a impulsar la energía eólica y solar como parte de una inversión de 13.570 millones de dólares en nuevos proyectos de generación de energía.
Pero también se enfrenta al mayor déficit presupuestario en décadas, dejado por López Obrador, una realidad que la obligará a elegir cómo dedicar el gasto.
A pesar de ser la empresa energética más endeudada del mundo, Pemex sigue siendo un importante contribuyente a las arcas del Estado, dijo Alejandra López, consultora de políticas públicas especializada en temas energéticos.
La empresa es una gran emisora de gases de efecto invernadero, pero también es un importante símbolo nacional de soberanía energética para muchos mexicanos, incluido López Obrador.
Pemex despierta un sentimiento de importancia «emocional, histórica y sentimental» en el país, dijo López.
Sheinbaum cree firmemente en el papel del Estado en el sector energético mexicano, dominado durante mucho tiempo por Pemex, lo que podría dificultar el cumplimiento de su promesa de aumentar las energías renovables.
Un enfoque empresarial podría permitirle atraer inversiones e impulsar un cambio realista hacia la descarbonización de los sectores de la energía y el transporte, según Deakin.
La presidente podría empezar por aumentar el límite de los proyectos de generación distribuida (GD), que suelen ser pequeños parques solares o eólicos financiados con fondos privados que se construyen para suministrar energía a una fábrica o instalación industrial específica.
Aumentar el tope de los 0,5 megavatios actuales a 5 megavatios, como ha hecho Brasil, podría incrementar la electricidad limpia para los usuarios industriales comerciales, dijo Deakin.
Asimismo, podría introducir políticas de biocombustibles y aumentar las subvenciones a los vehículos eléctricos (VE) y la infraestructura de recarga. Un marco nacional de créditos de carbono podría ayudar a acelerar el interés por las iniciativas de bajas emisiones.
«Es un poco más difícil cuando se lucha con un presupuesto más restringido, pero hay otras formas en que los mercados emergentes pueden crear un entorno más atractivo para la electricidad renovable», dijo Deakin.