El mapa de poder geopolítico global parece que nuevamente cambiará. Desde que se hizo imprescindible para la economía, el petróleo ha otorgado poder geopolítico a algunas naciones que poseen este recurso clave, sin embargo, su influencia y poder se ha debilitado.
A medida que el mundo continúa su camino de transición a energías limpias para evitar un catastrófico cambio climáticos, el muy temido pico del petróleo cada vez está más cerca, incluso la pandemia y sus consecuencias han acercado la fecha en que ocurrirá este evento.
El mundo no siempre dependió del petróleo, y el mapa de poder geopolítico ha estado en un cambio casi constante desde la Revolución Industrial.
El Medio Oriente tuvo una vez un gran poder en las relaciones internacionales gracias a los enormes yacimientos de petróleo. Ahora bien, en la última década, los Estados Unidos revolucionó las estructuras de poder político en todo el mundo con una avalancha de petróleo y shale gas proveniente de la Cuenca Pérmica del Oeste de Texas.
La revolución del shale de Estados Unidos rediseñó el mapa político global al desplazar a la OPEP del primer lugar en el mercado energético mundial, circunstancia en la cual el poder paso a tres grandes: Estados Unidos, Rusia y Arabia Saudita.
Pero han ocurrido eventos que están nuevamente cambiado estos esquemas de poder, desde hace 2 años y en especial en los últimos meses las noticias provenientes de la cuenca Pérmica no son halagadoras.
La poderosa revolución del shale estadounidense se ha detenido y luce difícil que retome su camino de crecimiento, con lo cual, la producción nacional ha disminuido en los últimos años y recibió de la pandemia de COVID-19, lo que parece ser su golpe de gracia.
Con Estados Unidos perdiendo su punto de apoyo en los mercados mundiales de petróleo y energía, los mapas geopolíticos tendrán que volver a dibujarse una vez más, y esta vez parece que China podría llegar a la cima.
La energía ha jugado un papel fundamental en la ambiciosa entrada de China en los mercados globales. Beijing ha expresado su firme intención de convertirse en carbono neutral para 2060 y ha invertido mucho en el crecimiento de sus sectores de energía nuclear y renovable como parte de ese plan.
Un colosal proyecto
La Iniciativa Belt and Road (BRI), lanzada por el presidente Xi Jinping en 2013, ha sido descrita como el proyecto de infraestructura más ambicioso de la historia. Es un plan para financiar y construir carreteras, ferrocarriles, puentes, puertos y parques industriales en el extranjero, comenzando con los vecinos de China en el centro, sur y sudeste de Asia y finalmente llegando a Europa occidental y a través del Pacífico hasta América Latina.
Este programa de desarrollo de infraestructura global involucra inversiones chinas en alrededor de 70 países y organizaciones internacionales.
La primera fase, de infraestructura de transporte, energía y puertos marítimos, permitirá un nivel de desarrollo industrial e integración económica que Beijing espera generará nuevos mercados para las empresas chinas y creará una red de países bajo la influencia de China, vinculada al ámbito económico e industrial de la nación asiática.
Si tiene éxito, crearía una esfera de poder tecnológico, económico, diplomático y estratégico lo suficientemente grande como para desafiar a la de Estados Unidos.
Si bien el mensaje de Beijing se ha enmarcado en gran medida en torno a la conciencia ambiental, la descarbonización y la energía limpia; se ha especulado que BRI tiene más que ver con la propia seguridad energética china.
De acuerdo al Yale Environment 360, la Iniciativa Belt and Road de China es un plan de infraestructura colosal que podría transformar las economías de las naciones de todo el mundo. Pero con su enfoque en las plantas de energía de carbón, el esfuerzo podría anular cualquier posibilidad de reducir las emisiones y llevar al mundo a un cambio climático catastrófico.
Las empresas chinas están involucradas en al menos 240 proyectos de carbón en 25 de los países de la iniciativa Belt and Road, incluidos Bangladesh, Pakistán, Serbia, Kenia, Ghana, Malawi y Zimbabwe. China también está financiando aproximadamente la mitad de la nueva capacidad de carbón propuesta en Egipto, Tanzania y Zambia.
Fortalecer la influencia geopolítica
El método mediante el cual Beijing ha podido establecer la supremacía geopolítica en Eurasia e incluso en África es a través de su gigantesca iniciativa, que requiere billones de dólares en proyectos de infraestructura de transporte y energía en todo el sudeste asiático y África oriental.
Estados Unidos debe responder a la iniciativa de una manera que enfatice las debilidades del programa, así como las necesidades energéticas de las naciones afectadas y la amenaza global del cambio climático. Esta es la única forma en que Washington puede fortalecer su posición geopolítica en la región a expensas de Beijing.
Mientras China está haciendo esfuerzos encomiables para limpiar en casa y reducir sus emisiones de carbono, BRI amenaza con comprometer a los países participes de la iniciativa en el mismo desarrollo de altas emisiones del que China ahora está tratando de salir.
Si bien China ha impuesto un límite al consumo de carbón en el país, sus compañías de carbón y energía están en una expansión de construcción en el extranjero.
Según algunos, BRI también significa que podríamos dirigirnos a una batalla de exportación de energía con China, el aumento de la infraestructura en el país y en el extranjero, mientras Estados Unidos lucha por retener su sector de mercado para las exportaciones de petróleo y gas.
Si bien el enorme apetito de China por la energía ha hecho que el país dependa en gran medida de las importaciones, los ambiciosos planes de Xi Jinping claramente pretenden cambiar esa situación.
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